El día que la Atlántida desapareció sobre la aguas, el 27 de julio de 9792 a. C., Orión, Venus y otros planetas y estrellas ocuparon “posiciones codificadas”. Los sumos sacerdotes que escaparon del cataclismo se llevaron consigo los conocimientos y los guardaron en el laberinto (Círculo de Oro) en Egipto, donde fue trazado un plan maestro para avisar a la humanidad sobre el cataclismo siguiente. Esta asombrosa historia debe ser conocida por todos porque, en el año 2012, las estrellas estarán exactamente en la misma posición que ocuparon el año en que la Atlántida fue sumergida.
La historia de Osiris comienza en el año 10000 a. C.
L’An-Nu, sumo sacerdote de Aha-Men-Ptah, reunió su consejo. Tenía alarmantes noticias, gracias a “cálculos matemáticos de configuraciones estelares”, estaba en condiciones de calcular la fecha del fin del mundo. Se basaba en los acontecimientos del cataclismo anterior ocurrido el día 21 de febrero del año 21312 a. C., cuando la Atlántida fue parcialmente destruida (la Tierra giró 72 grados en el zodíaco). Su mensaje fue duro y doloroso. No hay duda de que debemos organizar un éxodo de nuestro pueblo hacia otras regiones. No me baso en las Sagradas Escrituras, sino en combinaciones matemáticas que pueden ser comprendidas por cualquiera. Cualquier movimiento de las estrellas y los planetas se produce en armonía según las leyes de Dios. Sabemos con certeza que las “combinaciones matemáticas celestes” tienen influencia sobre todos los organismos de la Tierra a través de las configuraciones que representan. Los cálculos de mis predecesores y los científicos establecen una catástrofe de proporciones desconocidas; durante cataclismo anterior, el Norte de nuestro país se convirtió en un iceberg y otras partes del mundo fueron destruidas, en esta ocasión nuestro país desaparecerá por completo bajo las aguas. Uno de los miembros más anciano rebatió: no dudo de sus palabras, pero si las damos por buenas significaría la construcción de centenas de miles de barcos, sin mencionar la comida necesaria para alimentar a millones de personas, será necesario la intervención de varias generaciones.
L’An-Un, tomó la palabra. La ley celestial determina la armonía de los cielos y el movimiento matemático de la Tierra a lo largo del tiempo. Partiendo de esa base, nosotros, conocedores de los números, determinamos que la fecha exacta del cataclismo sucederá el día 27 de julio del año 9792, dentro de 208 años y será inevitable. Así, tendremos que tomar las medidas necesarias para que dentro de dos siglos todos puedan abandonar estas tierras e iniciar sus vidas en una nueva patria. Las primeras señales de lo que nos aguarda ya son visibles en el horizonte, donde el Sol está más rojo al amanecer… el Este será rojo, tan rojo como nuestra sangre, porque nuestro imperio pertenecerá a los muertos. A partir de ese día comenzaron los preparativos.
Los años transcurrieron, en 9842 a. C. nació el primer hijo del rey Geb y la reina Nut, era niño y su madre le puso el nombre de la constelación que dominaba el cielo meridional: Osiris u Orión. Estaba predestinado a ser el 589º gobernador de Aha-Men-Ptah (posteriormente, los filósofos griegos dieron a Aha-Men-Ptah el nombre de Atlántida). En 9841 a. C. nació su hermano Seth y un año más tarde sus hermanas gemelas Isis y Nepthys. Seth envidiaba a sus hermanos, pero sobre todo envidiaba a su hermano por ser el heredero del trono. Osiris e Isis siempre estaban jugando y riéndose, el rey al verles tan contentes juntos decidió que se casaran. Seth no asistió a la boda, rabioso se fue a maquinar su venganza. De la unión entre Osiris e Isis, nació Horus. Mientras Seth reunía un ejército cada vez mayor, había muchos habitantes rebeldes por las medidas restrictivas tomadas a causa del futuro cataclismo y se unían a Seth. En ese tiempo Osiris se convirtió en el nuevo gobernante a los 32 años de edad, transcurría el año 9805 e faltaban apenas trece años para el cataclismo. Osiris formó un ejército para luchar contra los rebeldes y proteger almacenes de comida y los puertos, pero a pesar de la vigilancia muchos botes almacenados habían sido destrozados y convertidos en leña. Una gran cantidad de material preparado para el éxodo fue destruido o inutilizado a causa del caos causado por Seth. Horus tenía 24 años cuando su tío Seth se incorporó al 7º Estado y ordenó la destrucción de 4000 “Mandjists”, barcos a prueba de naufragio que garantizaban la sobrevivencia de 30.000 personas. Después de esa destrucción hubo una tregua de 3 años, pero dos semanas antes del cataclismo, Seth intensificó el ataque y en la noche del 26 de julio atacó la capital por sorpresa. Los habitantes preocupados y atareados por los preparativos del éxodo, no fueron capaces de defenderse debidamente y el resultado fue desastroso. Por estar sus soldados completamente ebrios, Seth no se atrevió a enfrentarse a las tropas reales y, así sólo se salvó el palacio real de la masacre. Entonces a Seth se le ocurrió un ardid, envió a un mensajero al palacio ofreciendo su rendición. Sólo exigía para firmar su rendición, era imprescindible la presencia de Osiris.
A pesar de las advertencias de Geb, Nut e Isis, Osiris decidió ir, dejando la defensa en manos de su hijo Horus. Osiris fue escoltado por 7 hombres, mientras caminaban por las ruinas en llamas de la capital, fueron abatidos por lanzas sin apenas tiempo para reaccionar. Osiris herido fue conducido a una casa donde le aguardaba su hermano Seth en compañía de sus hombres. Seth, seguro de su triunfo miró a su hermano con desprecio y arrogancia, mientras Osiris le miraba con profunda tristeza. Seth, con una rabia irracional cogió la espada de uno de sus hombres y se la clavó en el corazón de Osiris, que murió sin que un solo sonido saliera de su boca. Envolvieron el cuerpo de Osiris en una piel de toro y lo tiraron al mar para que fuera pasto de los peces.
Nepthys que tenía el don de la videncia, vislumbró lo que había acontecido, Horus enterado de la muerte de su padre reunió a 2000 hombres y fueron hacia el lugar donde suponía estaba Seth, pero sólo encontró muerte y destrucción, pero no halló el cuerpo de su padre, liberó la capital aunque estaba totalmente destruida. Era el 27 de julio, último día de la Atlántida. Fue un ocaso irreal, sin Sol, sin cielo, sólo una bruma roja sofocante se fue extendiendo como un manto que absorbía no sólo los sonidos, sino también la luz del Sol. Entonces todos comprendieron lo inevitable, Horus comprendió también que era el fin de su país. Pensó en dar un golpe definitivo a su tío y sus tropas, pero entonces la furia celestial se hizo conocer en toda su omnipresencia, terremotos pusieron fin a la batalla no iniciada.
Geb asumió de nuevo el mando y, decidió iniciar el éxodo, dejarían todo atrás, envió a un emisario al puerto para que iniciaran las órdenes ya dadas. Miles de Mandjits estaban rigurosamente protegidos con todo el equipamiento necesario para subsistir. Fue embarcando el pueblo y después también la familia real y los sumos sacerdotes según las órdenes recibidas con antelación. En ese momento los volcanes en erupción con una fuerza incontenible empezaron a escupir lava, piedras, tierra y la bruma se volvió de nuevo espesa. Fragmentos de piedra y lava empezaron a caer sobre el puerto y los habitantes sufrieron un ataque de pánico que hizo imposible el orden en el embarque, fue el simple instinto de supervivencia el que hizo que reinara el caos. No respetaron el número de 10 personas por barco y la mayoría por exceso de peso se fueron hundiendo uno tras otro.
Mientras tanto, Nepthys e Isis buscaban el cuerpo de Osiris. Nepthys llevaba a la hermana y la conducía a través de la bruma en busca del cuerpo del hermano y marido que a causa de haberle cubierto con la piel de toro le resultaba difícil para la “vidente” descubrir donde estaba. El pánico y los miles de cadáveres complicaba la búsqueda, ¿valdría la pena continuar si en breve también morirían? Seth se preguntaba lo mismo, su ejército le abandonó, los hombres que se habían reído de la profecía se apresuraban para huir de su desobediencia a las leyes de Dios, se sentía solo y se preguntaba qué había sido de su honor y su reino perdido.
Horus dio la libertad a sus hombres y se fue en busca de su tío para vengar la muerte de su padre.
En el puerto continuaba el caos, el miedo hacía que las personas se atropellaran unos a otros, los barcos sobrecargados se hundían, los ahogados se contaban por millares, en medio de ese infierno el sumo sacerdote junto a su familia había conseguido embarcar y partieron hacia un futuro desconocido.
Seth, gracias a una ráfaga de viento que por unos segundos limpió la bruma, vio a su sobrino Horus. Lleno de odio se dirigió hacia el hijo de su hermano con intención de matarlo. Los árboles empezaron a caer, la lava destruía todo lo que tocaba, la tierra temblaba, el olor era insoportable y, Seth sucumbió al miedo, y con un pánico irracional atacó a Horus, su espada le rozó hombro, con otro golpe alcanzó la cara de su sobrino. Horus con sus manos ensangrentadas se cubrió la cara y este gesto hizo que Seth, considerándose victorioso empezara a alejarse de aquel lugar intentando escapar del torrente de lava que se aproximaba. Aunque Horus no estuviera muerto, no podría escapar de ese fuego fantasmagórico. Horus estaba a merced de los cielos, había perdido el ojo derecho y el izquierdo estaba ensangrentado. Pero ocurrió el milagro, Horus se salvó por estar sobre una roca de granito donde la lava no llegaba. Por otra parte, Nepthys divisó una pequeña bahía que tenía una higuera y sobre una rama caída estaba el cuero que envolvía el cuerpo de Osiris. Isis con sumo cuidado cogió el cuero y lo puso en un pequeño Mandjits abandonado, lo dejó al cuidado de su hermana y unos soldados y partió en busca de su hijo. Llegó a palacio y vio a Geb y Nut prestos para partir esperando noticias de su hijo y de su nieto. Viendo la determinación de Isis de buscar a su hijo, sin demora Nut y los jefes restantes se encaminaron hacia dos galeras suficientemente fuertes como para resistir los bravos mares que les aguardaban. El nuevo país necesitaría una nueva madre, señora de un nuevo cielo que, en ausencia de Osiris y Horus enseñaría a los supervivientes a vivir en su segunda patria. Su nombre sería Ath-Ka-Ptah, que significa literalmente “Segunda Alma de Dios”, nombre que los griegos transformarían fonéticamente en Ae-guy-Ptos (Egipto).
Isis no sabía dónde buscar a su hijo. Así extendió sus brazos al cielo y rezó: “O Ptah-Hotep, rey de los cielos, abre tus compuertas y detén el fuego. Salva al hijo de tu hijo. Ordena que el día del gran cataclismo no se convierta en un día de luto. Ó Ptah-Hotep, rey de la Tierra, ordena que el gran río abra todas sus reservas”
Han pasado seis mil años y esa súplica continua grabada en todas las tumbas del Valle de los Reyes de Luxor y Déndera. En los anales de los libros se lee: “La súplica de Isis fue oída y una lluvia roja cayó sobre la tierra como si la sangre de los muertos fuera esparcida sobre la tierra despedazada” en unas pocas horas la lava se había enfriado y pudo entonces Isis andar sobre las rocas endurecidas, de pronto vio el cuerpo de su hijo. Horus a su vez, pensó que estaba teniendo una alucinación al ver a su madre. Isis lavó el ojo de Horus y pudo entonces verla. Con gran sacrificio y muchas vicisitudes llegaron al barco. Horus sabía que no se salvarían quedándose en el barco, para sobrevivir tenía que escoger un destino donde pudiesen desembarcar sin peligro.
Gracias al Maestre de las Combinaciones Matemáticas Celestiales” había aprendido que la Tierra es una esfera. La observación y cálculos minuciosos de figuras geométricas formadas por los planetas y cuerpos celestes, le habían revelado una única ley universal, que conducía a este gran cataclismo. Pero la Tierra aunque destruida continuaría existiendo. De repente se dio cuenta que los Madjists ya casi no se mantenían en la superficie y preguntó a su madre ¿algo va mal, madre? No, es el nuevo día que comienza por el lado correcto. ¿Correcto? Eso es imposible, sólo sería posible si estuviéramos en la dirección equivocada. Es el Este, porque la tierra visible está en el Oeste. Todos estaban aterrorizados y el día transcurrió con el Sol saliendo por lado equivocado sin que nada aconteciera.
De pronto Osiris apareció en el cielo estrellado, había nacido como un Dios y había sido asociado a esa constelación, renacía en el cielo. La constelación de Orión, nombre con que Osiris fue designado, encontrará su imagen en la Tierra en las tres Pirámides de Gizeh. El caso es que Orión (Osiris) volvió a despertar en el cielo estrellado y se convirtió en la fuerza conductora que sustenta la religión egipcia.